Astronomía y OVNIs: El Deseo de Creer


ASTRONOMÍA, OVNIS Y EL PODER DE VER LO QUE QUEREMOS VER

ASTRONOMÍA, OVNIS Y EL PODER DE VER LO QUE QUEREMOS VER

Desde el techo de su casa, cámara en mano, un niño esperaba pacientemente que un platillo volador cruzara el cielo para inmortalizarlo. Era su máxima ilusión…
Así comienza la historia que Daniel Armstrong relata en su ensayo, mezcla de memorias infantiles y reflexión crítica sobre cómo la astronomía, la cultura popular y el deseo de creer han alimentado durante más de un siglo la narrativa de los OVNIs. «Después de la escuela y los fines de semana, me sentaba en el techo con mi libreta de notas, brújula, binoculares y mi cámara lista», recuerda Armstrong. Como tantos otros niños de su época, devoraba revistas sensacionalistas que prometían revelar “la verdad” sobre las naves extraterrestres. Pero tras días y semanas sin éxito, su paciencia dio paso a la imaginación: comenzó a fabricar sus propios OVNIs con tapas de ollas, lavadoras e hilos de pesca. “Lo que quería más que nada era documentar un OVNI… Así que decidí fabricarlos yo mismo. Tenía unos diez años”, confiesa el autor. Lejos de sentirse engañado por su propio juego, Armstrong descubrió algo profundo: “Toda imagen encarna la dualidad de verdad y ficción, deseo y desilusión”.
A partir de esta experiencia, su escrito da un salto a otra historia de deseo visual: la del astrónomo Percival Lowell, quien a finales del siglo XIX juraba haber visto canales en Marte, supuestamente construidos por una civilización moribunda. Lowell no solo dibujó mapas detallados del planeta rojo, sino que escribió libros, ofreció conferencias y convenció al mundo entero de que los marcianos eran reales. “Cuando Lowell observaba, no veía solo un disco rojo desenfocado, sino el escenario de su propia imaginación”, escribe Armstrong.
La historia, sin embargo, tiene un giro irónico. Cuando llegaron las primeras imágenes de Marte tomadas por la nave Mariner 4 en 1965, mostraban un planeta seco, polvoriento y sin señales de vida. Las famosas construcciones marcianas simplemente no estaban ahí. “Una vez más, la fotografía fue responsable de la desilusión de una visión deseada”, lamenta Armstrong.
Entre estos dos relatos —el del niño con su cámara y el del astrónomo con su telescopio gigante— Armstrong introduce también la mirada de Carl Jung, quien en 1959 publicó un libro donde afirmaba que los OVNIs eran más mito que realidad. Jung hablaba de ellos como “rumores visionarios”, proyecciones del inconsciente colectivo que respondían a un deseo profundo de salvación, misterio y conexión con lo desconocido.
Y es que el término “platillo volador”, como recuerda Armstrong, nace en 1947 a raíz del avistamiento de Kenneth Arnold, quien dijo haber visto objetos volando “como un plato si lo lanzaras sobre el agua”. Aquella simple comparación fue suficiente para que los medios popularizaran la forma y el concepto de los OVNIs, en una mezcla de realidad, metáfora e imaginación compartida. Al final, Armstrong reflexiona, y aquí esta lo interesante más allá de su escepticismo, sobre nuestra forma de mirar el cielo y sobre lo que anhelamos encontrar en él. “Ahora somos nosotros quienes nos convertimos en los visitantes de otro mundo”, afirma, refiriéndose a las cámaras y robots que exploran Marte en nuestro nombre. La diferencia es que esta vez, los ojos que miran son mecánicos… pero el deseo sigue siendo humano. Para el autor la inclinación a proyectar nuestros deseos sobre lo que observamos— no solo dio forma a los mitos modernos sobre los OVNIs, sino que también puso en evidencia cómo la ciencia, la imaginación y la necesidad humana de creer se entrelazan, haciendo cada vez más difícil distinguir entre lo que realmente vemos y lo que anhelamos ver.

Fuente: Daniel Armstrong, “Citing the Saucers: Astronomy, UFOs and a Persistence of Vision”, Culture and Cosmos, Vol. 16, 2012. Disponible en http://www.CultureAndCosmos.org

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