Cada día más Sed en el Mundo de los Vivos

En un lugar del globo, un país, unas costumbres donde vivía al día. Veía pasar a la gente desde la ventana. Veía la cantidad de ganado de un lado hacia otro sin rumbo, solo en piloto automático. Unos a trabajar y otros a otros menesteres —cada día con más sed de buscar a la próxima víctima—. Un día, mirando por la ventana, vio claramente que era el día de salir y, matar. Cada día tenía más claro que todos, tendrían que estar muertos. Todos tenían que pasar por una guillotina sin piedad por ser, una sociedad mundial de corruptos. Todo igual que la película de “días de furia”. ¡Salió a la calle a por todas!
Entre la muchedumbre vio gente de todo tipo. Hacía frío y me abrigué, paré un momento a comprar un café para llevar y seguí mi camino. Sabía que cada vez tenía más y más sed de sangre. No tendría piedad si escogía a alguien entre tanta gente. Y decidí que no, es matar sin más. Usando el azar, no escatimé en optar a la primera víctima. Razonando, no entendía cómo tenía esa sensación de ver, sufrir y hacer el mal a los demás. Entraba como en una especie de éxtasis, haciendo el mal y ver sufrir al más pintado. Igual estaría dominado por el mal, pero estaba claro que, no importaba.
“La vida pasa y el tormento es mayor. Se cumplen años y cada vez más necesidad tiene uno de hacer el mal hacia los demás”
Pasaron como varios días del último asesinato. Esa mujer despistada pidiendo información para llegar a una calle que nunca llegó. La destripo y la tiré a los cerdos. Es curioso, los cerdos se lo comen todo y no dejan rastro alguno. La sangre los llama y si encima se lo dejas a huevo, aún mejor. Imaginando esa última víctima, vio a varios y se fue hacia ellos. No tuvo opción y los mato. También tenía ganas de ir a un orfanato a matar y comerse a todo asistente. Tenía sed de sangre y cada vez necesitaba más estímulos para satisfacerse. Lo que más le gustaba era beber la sangre del cráneo de sus víctimas.
Otra de las opciones que tenía era simular un pinchazo para cazar al que paraba a asistirle. Una vez recuerda que paró una mujer con su hijo, donde no tardó en matarla mientras bajó la guardia. Le pegó con un extintor en la cabeza, matándola en el acto. El hijo de unos 12 años, al verlo, salió corriendo por esos parajes que él buscaba. Fue tras él y le dio caza. Lo cogió de los pies después de darle un empujón hacia un árbol y lo cogió de los pies haciendo giros fuertemente que, con la fuerza centrífuga, lo estampó de nuevo con el árbol, abriéndole la cabeza. Le terminó de abrir el cráneo y bebió su dosis de sangre —como los guerreros—. Luego, se comió parte de la masa encefálica.
“En la vida, cada loco, con tu tema y él, no era diferente a su locura y sangre fresca”
Esos delirios le fueron a más y encima, después de matar al hijo, volvió a la madre y la violó muerta. Escondió el vehículo y se llevó los cuerpos donde los escondió en una fosa con cal pura. Ya cuando era niño mataba a todo a su paso —en este caso eran animales—, experimentaba y torturaba sin piedad. Cada vez el estímulo acompañaba a ir a un paso más y de adulto, como se ve, destrozaba a familias enteras. Su vida no fue fácil, pero estaba claro que gente de este calibre era digno de estudio. A psiquiatras y psicólogos les gustaba este tipo de perfiles para saber un poco más del comportamiento humano.
De todos modos, este personaje, no fue estudiado y seguía libre por el mundo, ¡bendito humano! Un caos en la noche y un peligro para el mundo. Existen tantos personajes de este calibre que da miedo. Saber que andan sueltos por el mundo esperando a su próxima víctima da mucho que pensar. Pues bien, estaba claro que, después de asesinar a la mujer y su hijo, volvió a las andadas. Escondió los cadáveres y volvió al ataque. Estaba claro que cada vez lo tenía que hacer más continuo —para calmar la sed de matar—. Ya dije que cuando era joven, hacía daño a los animales, pero llegó el momento de pasar a otro nivel, fue, hacerlo a los humanos.
“Matar es un gozo que pocos saben. Calmar la sed es ideal y, sobre todo, el odio y la ira que tenía hacia el ser humano. Un caballero antisocial en toda regla”
Las muertes eran dignas de estudio, la anatomía de las víctimas fue esquisto. Ver caer la sangre y ver las vísceras en el suelo, fue y será, un gozo a los 4 vientos. Tener a alguien frente a ti, mirándote a los ojos, pidiendo piedad, es de éxtasis puro. Respirar el último aliento de la víctima y ver cómo, poco a poco, se apaga. Apreciar los ojos como se apagan no tiene precio. La lista extensa y pronto, más cosas diré. Sin más, me despido.
Saludos a todos.
Miguel Ángel.
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