UFOS, Rusia y Casos Extraños

Los OVNIs en las Bermudas y los Soviéticos
El 14 de noviembre de 1961, un Mig desaparece
Un Mig pilotado por un militar soviético desapareció el 14 de noviembre de 1961. En junio de 1964 fue el turno de un Yak, y luego, en septiembre de 1966, una patrulla compuesta por siete Mig-21, con la misión de vigilar el estrecho de Florida, el banco de las Bahamas y el Golfo de México —una vasta zona que se extendía un poco más allá del archipiélago de las Bermudas— perdió dos aparatos.
El caso de septiembre de 1966 resulta casi irreal. Todos los pilotos de ese escuadrón, comandado por Manuel Sierra, eran veteranos que habían cumplido misiones en las guerras de Medio Oriente, Vietnam y Angola. Hacia las 15:55 de la tarde del 5 de septiembre de 1966, realizaban una misión de rutina sobre el estrecho de Florida:
«Nos encontrábamos a unas 50 millas al sur de Key West y a 40 millas de La Habana, aproximadamente en el centro del canal de las Bahamas. En ese preciso momento», dice Manuel Sierra, «entramos en una concentración de nubes tipo cúmulo a una altitud de 14.000 pies. Nuestra velocidad era de 950 km/h. Observé entonces, a la derecha de mi formación, una luz violeta de forma ovalada que nos seguía a una distancia de unos 50 metros. La visibilidad no era muy buena; sin embargo, lo primero que pensé fue que se trataba de lo que se llama un OVNI. Su forma aplanada, como un plato hondo, y la luz fosforescente que irradiaba me recordaron inmediatamente las historias que había oído. ¿Por qué negarlo? Ninguno de los instrumentos de navegación funcionaba, y no puedo decir en qué momento exacto dejaron de hacerlo, pero era evidente que estaba relacionado con la observación que acabábamos de hacer. Nuestra formación en delta era bastante cerrada, los aviones volaban a unos 50 metros unos de otros.
El Mig que cerraba la patrulla por el lado derecho, el más cercano al OVNI, explotó y se desintegró repentinamente en pleno vuelo. Al salir de la masa de nubes faltaba otro aparato. Volamos durante algunos minutos a baja altura sobre el mar, intentando encontrar restos de los dos aviones, esperando también localizar el objeto luminoso, pero no vimos nada. Entonces regresamos a la base para informar verbalmente al jefe de operaciones sobre la pérdida de los dos aviones, ya que las radios de a bordo habían dejado de funcionar.»
Otra patrulla despegó inmediatamente, precedida ya por varios aviones de reconocimiento y algunos helicópteros. Pero no encontraron rastro alguno de los aparatos, y hasta hoy se desconoce el destino de los dos pilotos desaparecidos.
Podemos completar esta serie con el caso de otro Mig-21 desaparecido en 1967, con buen tiempo: sin explosión, sin restos en tierra ni en el mar, sin eco de radar.
1962 — Los cubanos encuentran extraños restos de aviones
En 1962, los cubanos encontraron dos aparatos intactos, sin el menor daño.
Uno era un hidroavión Martin P5M, equipado con sistemas electrónicos para la detección de submarinos y la vigilancia marítima, con combustible suficiente en sus depósitos para al menos tres horas de vuelo, hallado cerca de Cayo Inés de Soto.
El otro era un avión cisterna KB50 de la Marina de los EE. UU., que descansaba en el fondo del mar, a solo 60 metros de profundidad, al noroeste de la bahía de Aguas Malas.
El agua allí es muy clara y los restos eran perfectamente visibles.
No había rastro de la tripulación del hidroavión, que normalmente estaba compuesta por ocho o diez hombres.
Debido al clima de hostilidad que reinaba en aquella época de Guerra Fría, el gobierno cubano no hizo pública la noticia, y el hidroavión fue enviado a la URSS para ser estudiado en detalle.
En cuanto al KB50, los buzos lo encontraron simplemente posado en el fondo del mar, como si se hubiera posado suavemente.
Los tanques aún contenían todo el combustible. La tripulación había desaparecido, pero todo a bordo estaba intacto.
El equipo electrónico, la cabina de pilotaje y uno de los motores fueron desmontados y enviados a la URSS; el fuselaje fue luego dinamitado para que no representara un peligro para la navegación, ya que, a pesar de su peso, mantenía cierta flotabilidad y no descansaba completamente en el fondo.
Más tarde, en diciembre de 1963, los cubanos encontraron la cola de un avión KC-135, declarado desaparecido por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en agosto de 1963, a 300 millas al suroeste de las Bermudas.
Los restos de la cola y del empenaje fueron llevados a la superficie y enviados al laboratorio aeronáutico militar de La Habana.
Estaban cubiertos de miles de pequeños orificios, no más grandes que la cabeza de un alfiler, que cubrían toda su superficie.
Esa multitud de perforaciones —centenares o miles— no superaban el tamaño de una aguja de coser.
Los expertos militares cubanos, y presumiblemente también los soviéticos, nunca habían visto nada igual, sin poder explicar tampoco cómo el fuselaje del KC-135, desaparecido en el Triángulo de las Bermudas, había derivado 500 km desde el lugar de su desaparición o supuesto accidente, en vez de hundirse directamente.
1962 — Un OVNI se zambulle en el agua sin desacelerar
Durante el verano de 1962, la tripulación del barco Kayoba Shikhoro regresaba de las Bahamas y del Caribe cuando, frente a las costas de Brasil, observó con asombro un extraño objeto volador que se sumergió en el mar muy cerca del barco.
Al mismo tiempo, un segundo objeto salió del agua y desapareció en el cielo nocturno, pasando del medio acuático al aéreo con total facilidad, sin levantar ninguna columna de agua.
Este testimonio está corroborado por observaciones similares procedentes de buques de superficie y submarinos soviéticos durante el mismo período.
1963 — Un OVNI bajo el mar a 280 km/h con la Marina de EE. UU. a su persecución
En 1963, submarinos de la Marina estadounidense intentaron en vano perseguir un objeto submarino no identificado, que se desplazaba a más de 280 km/h en inmersión y se mantenía a una profundidad superior a 8.000 metros.
28 de febrero de 1963 — Una armada persigue al OVNI en Cuba
El 28 de febrero de 1963, un barco detectó la presencia de un intruso en la bahía de Aguas Malas, confirmada por el sistema de sonares soviéticos.
Un total de ocho buques y doce lanchas rápidas rodearon fácilmente la bahía, que apenas tiene un kilómetro de ancho y una profundidad de 185 metros.
Hacia las 15:00 horas, el sitio fue sacudido por una serie masiva de cargas de profundidad; a las 15:06, el contacto radar con el objetivo se perdió, sin que se supiera cómo había logrado romper el cerco.
Otros dos incidentes idénticos ocurrieron el 3 de julio de 1966 y el 8 de agosto de 1970, con el mismo resultado: la pérdida total del contacto electrónico con el objetivo.
A pesar de la presencia de numerosos científicos soviéticos y expertos técnicos, los análisis de los datos sonar no han conducido hasta hoy a ninguna conclusión científica sólida, más allá de la “ciencia ficción”.
Junio de 1964 — Vasily Stafinovich no sale de una nube
En junio de 1964, dos aviones soviéticos Yak, equipados con cabinas en tándem para la formación de futuros pilotos, despegaron de la base militar de Buracoa, en Pinar del Río, para un vuelo de prueba, ya que ambos aparatos acababan de llegar a Cuba.
Eran pilotados por Igor Urnitiev y Vasily Stafinovich.
Después de realizar varios círculos sobre las pistas a una altitud de unos 1.000 metros, se dirigieron hacia el sureste, en dirección a la Isla de Pinos, bajo la mirada del personal de tierra.
De repente, ambos aviones entraron en una nube aparentemente ordinaria.
Tres minutos más tarde, solo uno salió de ella.
El personal de la torre de control informó que había perdido completamente el contacto con ambos aviones al entrar en la nube.
Solo cuando uno de ellos volvió a ser visible se recibió un único eco en la pantalla del radar.
Nadie vio caer al segundo Yak, y pese a las extensas operaciones de búsqueda, no se encontró jamás ningún rastro.
La nube, en cierto modo, había “tragado” el avión soviético y a su piloto Vasily Stafinovich.
El piloto superviviente, Igor Urnitiev, fue interrogado extensamente.
Incapaz de explicar lo ocurrido con el segundo aparato, solo pudo decir que, en cuanto entró en la nube, la visibilidad se redujo prácticamente a cero:
«Todo contacto con la torre de control se perdió, todos los instrumentos dejaron de funcionar.
El horizonte artificial giraba sobre su eje, el altímetro estaba completamente descontrolado, la brújula no funcionaba, e incluso el radiogoniómetro de alta frecuencia parecía paralizado.
Las agujas del indicador de combustible marcaban cero, aunque el depósito había sido llenado por completo apenas cinco minutos antes del despegue.»
Fuente: Francois Garijo. 2025.
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