La Necesidad de Reinventar el Poder Militar de EE. UU.


SUPERADOS: ¿POR QUÉ EL EJÉRCITO ESTADOUNIDENSE NECESITA REINVENTARSE?

Informes confidenciales muestran la dependencia excesiva del Pentágono de armas caras y vulnerables, ya que los adversarios despliegan armas baratas y tecnológicamente avanzadas. Y traza un declive de décadas en la capacidad de Estados Unidos para ganar una guerra prolongada contra una gran potencia.

Durante décadas, el poder militar de Estados Unidos ha sido sinónimo de superioridad indiscutible. Portaaviones gigantescos, cazas invisibles al radar y presupuestos colosales alimentaron la idea de una fuerza imbatible. Sin embargo, un informe clasificado del Pentágono, conocido como Overmatch, ha encendido todas las alarmas: en una guerra contra China por Taiwán, Estados Unidos perdería una y otra vez en los simulacros.

El documento, entregado a la Casa Blanca en los últimos años, dibuja un escenario inquietante. China posee la capacidad de destruir aviones, barcos y satélites estadounidenses, atacar cadenas de suministro críticas y paralizar infraestructuras mediante ciberataques. En palabras de un alto cargo del Pentágono, “los chinos tienen redundancia para cada una de nuestras sorpresas”. La conclusión es demoledora: el ejército más poderoso del mundo depende en exceso de armas carísimas, lentas de fabricar y cada vez más vulnerables.

LA GUERRA HA CAMBIADO… Y EE. UU. NO LO SUFICIENTE

El conflicto en Ucrania ha sido una demostración brutal de cómo la tecnología barata puede derrotar a los colosos militares. Drones que cuestan unos cientos de dólares han hundido barcos, destruido bombarderos y convertido el campo de batalla en un espacio donde reina la automatización y la improvisación. Mientras tanto, Estados Unidos sigue apostando miles de millones por plataformas como el portaaviones Gerald R. Ford, una maravilla tecnológica de 13.000 millones de dólares… exquisitamente poderosa y peligrosamente vulnerable a misiles hipersónicos.

China ya dispone de unos 600 de estos misiles, capaces de viajar a cinco veces la velocidad del sonido, casi imposibles de interceptar. A esto se suman submarinos silenciosos, drones autónomos y amenazas cibernéticas que ya han infiltrado redes eléctricas y de comunicaciones en bases estadounidenses. La guerra del futuro ya está aquí, y no se parece en nada a la que diseñaron los generales del pasado.

EL PESO DE LA BUROCRACIA

¿Por qué, entonces, Estados Unidos sigue invirtiendo en la vieja forma de hacer la guerra? Parte de la respuesta está en la inercia del Congreso y en el poder de un puñado de grandes contratistas de defensa que dominan el mercado. De 51 empresas en los años noventa se pasó a solo cinco gigantes hoy. Su negocio se basa en fabricar versiones cada vez más caras de los mismos aviones, barcos y misiles.

También pesa la cultura militar: muchos altos mandos están ligados emocional y profesionalmente a las armas que marcaron sus carreras. Cuando en 2020 los Marines decidieron prescindir de los tanques para volverse más ágiles frente a China, la resistencia interna fue feroz. La guerra en Ucrania terminó dándoles la razón: los tanques, símbolo del poder terrestre durante décadas, son hoy blancos fáciles.

SIN BALAS

A esta rigidez se suma un problema crítico: la capacidad industrial. Estados Unidos ya no puede fabricar munición, misiles y equipos al ritmo que exigiría una guerra prolongada con una potencia como China. En solo 12 días de defensa de Israel frente a misiles iraníes, el Pentágono gastó una cuarta parte de su stock de interceptores de alta gama. Y tras tres años de guerra en Ucrania, aún no produce suficientes misiles Patriot para cubrir la demanda.

El mensaje es claro: el país puede ganar batallas rápidas, pero no está preparado para sostener una guerra larga contra un rival de su tamaño.

UN PROBLEMA GLOBAL

Las consecuencias de este desfase no serían solo estadounidenses. Durante décadas, el poder militar de EE. UU. ha sido un pilar del orden internacional. Gracias a ese paraguas, Europa Occidental, Japón y Corea del Sur prosperaron como democracias estables. Un mundo donde China domine militarmente Asia y Rusia intimide a Europa sería más inseguro, más pobre y mucho menos libre.

Por eso, la solución no pasa solo por gastar más, sino por gastar mejor. La transformación exige reconstruir la base industrial, apostar por tecnologías flexibles y baratas, coordinarse con aliados y abandonar el culto a los símbolos tradicionales de poder.

DISUADIR, NO PROVOCAR

El objetivo final no es hacer la guerra, sino evitarla. Un ejército moderno, adaptable y bien abastecido es la mejor herramienta de disuasión. Pero el reloj corre. China avanza, Rusia aprende en Ucrania, y la ciberguerra ya está en marcha.

El informe Overmatch es una advertencia sin rodeos: si Estados Unidos no cambia a tiempo, puede descubrir —demasiado tarde— que su poder sigue siendo enorme, pero ya no decisivo. La pregunta clave ya no es si necesita reinventarse, sino si será capaz de hacerlo antes de que sus debilidades sean puestas a prueba en el mundo real.

Why the U.S. Military Must Reinvent Itself – The New York Times

(https://www.nytimes.com/…/us-china-taiwan-military.html)

Fuente: RRSS. José Antonio Caravaca. 2025.

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